El trino de un ave penetra en uno de los recintos del Instituto de Amistad con los Pueblos (ICAP) en su sede de la Vigía santaclareña donde Iris Maura Menéndez Pérez desempeña sus actuales responsabilidades. Sin embargo, el canto se torna triste. ¿Será que hasta la Naturaleza desdobla su belleza y languidece ante la pérdida de un ser querido?
Así parece. A Iris la conozco. Jamás le había visto sus ojos humedecidos como en esta mañana de miércoles en que echó a volar sus recuerdos. Hablamos largas horas de alguien imprescindible, de Vilma Espín Guillois.
La muerte despiadada nos las arrancó. No se condolió que resultara la delicadeza personificada ni tuvo en cuenta su afición por el ballet, la costura o el bordado en lo que siempre buscaba el anhelado preciosismo. Tampoco pensó en que su pieza musical predilecta resultaba «El mambí», cuya autoría pertenece a Luis Casas Romero, en signo de auténtica cubanía.
Por eso, el tema antológico estuvo presente en la velada a su tributo póstumo en las voces de Beatríz Márquez y Adriano Rodríguez, mientras las manos de Orlando Vistel convertían en preludio el lenguaje del piano.
Vilma no concebía obstentaciones. Sus comidas ideales eran la salsa de perro y esas alitas de pollo frito que prefería ante el más exquisito manjar, acompañadas del refresco embotellado de Cola. No el de la latica que exhibe TuKola o Tropicola, no. Ese simple de botella.
Y evoca quien escribe cómo tuve la dicha de conversar varias veces con ella. Una vez, en el mirador del organopónico Las Marianas, a pleno sol del mediodía, dialogamos mucho. Yo tenía por entonces 12 años menos. Sentía su aprecio y lo consideraba la credencial necesaria para justificar novatadas. Me atreví a preguntarle en el camino si no le molestaba que muchos pronunciaran su apellido de forma incorrecta. Y comentó: Molestarme como tal no, mas debe decirse Guiluá, con acento francés.»
Ello constituye solo una pincelada. El testimonio de lujo le corresponde a Iris cuando Villa Clara realzó su talento a nivel del país al inaugurar la primera Casa de Orientación a la Mujer y la Familia, precedida de la constitución de la Cátedra Mujer y Desarrollo en el Instituto Superior Pedagógico Félix Varela.
Un proyecto nuevo que encontró muchos soñadores y a la vez escépticos. De ese período ¿cuál fue la participación de Vilma? La actual delegada del ICAP en los predios alega que «ha sido una de las experiencias más bonitas en las que he participado. Llevó mucho trabajo y compromisos de infinidad de personas. La materializamos aquí. No obstante, la concepción general compete a Vilma. Para ella la lucha por la plena y definitiva igualdad era, en primer término, la labor con las féminas, sin descartar el resto de la sociedad.»
—¿Por qué la Casa?
—Nuestra Presidenta veía en esta un medio para que las mujeres trabajaran por sus derechos dentro de la propia familia. Dicha experiencia incluyó ideas no solo de Cuba, también del movimiento femenino internacional y en especial del continente en que habitamos.
Eran los días en que regresábamos del análisis de las estrategias de Nairobi (Kenya) con las valoraciones de los programas de las Naciones Unidas destinados a mejorar el status de las mujeres. Entre las tareas planteaban la creación de cátedras universitarias dedicadas a la investigación sobre dichas temáticas.
—Y en este marco surgió la villaclareña?
— En efecto. Primero fundamos la Cátedra Mujer y Desarrollo en octubre de 1989. La organizamos con profesionales de excelencia del ISP y con la doctora Mercedes Piñón Jareño, por entonces su rectora, al frente. Las líneas básicas estaban destinadas a impulsar tópicos concernientes a la mujer, la niñez, la juventud y la familia desde el punto de vista docente e investigativo. De aquí retomamos ideas maravillosas que ya presagiaban lo útil de seguir las sendas. Yo diría que esto marcó el precedente para el nacimiento de la Casa, el 8 de septiembre de 1990.
—Desde entonces formó parte de la agenda de Vilma…
—Nunca apartó su seguimiento. Eran sus propios sueños. La Casa surgió en el momento en que la FMC buscaba nuevos métodos para enfrentar sus acciones, porque una cualidad de Vilma Espín era la constante renovación. Ella se mantuvo al tanto de cada paso del proyecto y logramos, además de los especialistas consagrados de la Cátedra, la asistencia de otros profesionales de Salud, Educación, del Ministerio de Justicia, del Órgano de Trabajo y Seguridad Social, amas de casa y de otros sectores.
—¿Qué tiempo medió desde que concibieron el propósito hasta que se hizo realidad?
—La Dirección Provincial de la FMC abrió las puertas a todos los que quisieron colaborar. Incluso el ISP contempló dentro del plan de trabajo de sus profesionales la atención a la Casa, y en unos seis u ocho meses aquello se gestó con la mirada casi diaria de Vilma.
—Usted compartió muchas horas junto a la inolvidable dirigente. Si le pidiera un retrato de ella, ¿cómo lo haría?
—En primer orden, era la Revolución. Añadiría después que representaba la clandestinidad, la Sierra (Maestra), la lealtad a Fidel, a Raúl. Era la ternura, la familia, la madre, la amiga. Con Vilma siempre aprendías. Te dejaba un magisterio o profundizabas aquellos detalles que ya conocías. Yo creo que a la persona que mejores conceptos le escuché de cómo debía ser la célula familiar, la sociedad, el futuro… fue a Vilma Espín. Resultaba un privilegio estar a su lado. Pura sensibilidad, justeza, sencillez. Era el amor al pueblo, la amabilidad, la femineidad.
—¿ Es cierto que poseía una memoria extraordinaria?
— Hablabas con la amiga de toda la vida. Pasaba el tiempo y cuando te volvía a ver te reconocía. Para mi resultó increíble que ya con varios años fuera del trabajo de la FMC la reencontrara en Bayamo y me identificara como si hubiéramos dejado de vernos pocos meses. Era esa mujer a la que todas quisiéramos parecernos.
—¿Conservadora o abierta al diálogo?
— Totalmente abierta. Nunca habló marcada por prejuicios ni tabúes aun en las aristas más escabrosas. Al contrario, partidaria de erradicarlos aunque estaba consciente de que se arrastraban desde siglos. Consideraba que la sociedad tenía que cambiar. La lucha por los derechos de los homosexuales y las lesbianas figuraron entre los aspectos que encontraron sus pronunciamientos. Todo lo que fortaleciera la imagen de la FMC era aceptado. No solo soñaba con lo que se podía hacer, si no que lo impulsaba.
—Vilma Espín recibía cartas del pueblo ¿Tiene usted alguna vivencia?
— Le escribían para plantearle problemáticas de cualquier índole. Tanto mujeres como hombres. En una ocasión le llegó una misiva con el caso de la custodia de una niña que estaba en litigio ante los tribunales. Algo complicado. Ella sin conocer a esa familia se preocupó por los traumas que podía sufrir la pequeña ante aquel vendaval. Personalmente le pidió a nuestra Casa de Orientación que ofreciera todo tipo de apoyo. Incluso llamó varias veces para ver su curso. Ello expresa la confianza de que a través de la FMC se podían atender complejas situaciones.
—¿Anécdotas?
—Yo no sé relatarlas, pero la hacía feliz cuando en el programa de un recorrido le incluíamos un encuentro con las macheteras. Le daba alegría vincularse con personas tan sencillas. Ella hablaba de Santiago, de la Sierra, de Raúl… no visto en el marco de una figura política si no como alguien que habita en el barrio y comparte experiencias.
—Fidel plasmó en sus recientes reflexiones que «no por esperada la noticia (del deceso) dejó de golpearme». Sé que Vilma adoraba a Fidel…
—Cierto. Lo veía como alguien de pueblo. Una parte del patrimonio de la gran familia cubana. Eso sí, cuando hablaba de él su voz se tornaba más dulce, sus ojos se volvían alegres y expresivos. Si ella respetó a Fidel, Fidel la reciprocó de igual manera.
—En la búsqueda por Internet hasta los medios de comunicación más reaccionarios mostraron respeto por la figura de esta santiaguera de cuna e ingeniera química de profesión ¿Opina que ello se deba a que Vilma redunda en una personalidad sin tachas?
—Vilma no solo fue (y será) la Presidenta de la FMC. Asistió a cuanto foro, reunión, congreso o asamblea se desarrollara en el mundo a favor de la mujer, la niñez y la familia. Constituía la voz de Cuba. A veces no aparecía en público porque sus enormes responsabilidades en otras esferas lo impedían. Vilma fue y es siempre Vilma. Por eso hasta los enemigos la respetan.
—Cómo conoció Iris Menéndez el fallecimiento de la dirigente y cuál fue su primer pensamiento?
— Mediante el Noticiero. Quedé en silencio, reviviendo etapas y momentos… Una gran pérdida. Después pensé en muchos detalles, y en que había tenido la suerte de pasar un segmento de mi vida junto a ella. El resto, solo internamente pudiera expresarlo.
—Tras conocerse la noticia, ¿han llegado mensajes al ICAP?
—En Villa Clara tenemos estudiantes de 76 países en diversas instituciones. Ellos cuentan con sus brigadas de solidaridad y de todos los centros recibimos condolencias. Los becarios acudieron a los diferentes lugares habilitados para el tributo póstumo, y han llegado correos electrónicos procedentes de Gran Bretaña, Italia y de los propios Estados Unidos.
—Si en dos palabras tuviera que definir a Vilma Espín Guillois, ¿cuáles escogería?
—Lo que siempre ha sido. Una heroína.
Con razón el trino de aquella ave que penetró en el recinto del ICAP se escuchaba triste. La Naturaleza es sabia, y también conoce que el hermoso jardín de la Patria perdió a su tercera flor: Haydée, Celia y ahora Vilma.
Ya no está la Alicia, la Mónica, la Déborah o la Mariela de la clandestinidad o de la Sierra, pero la lírica de su pieza musical predilecta «El mambí» galopa desde la montura cotidiana de quienes se erigen en su amado archipiélago.