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Villaclareñas

La profesora Candita

La profesora Candita —como todos llaman a la master en Educación de Avanzada Cándida Orizondo Crespo— lleva muy adentro el magisterio, y con pasión lo ejerce ininterrumpidamente desde 1959, cuando, con 15 años, matriculó en la antigua Escuela Normal para Maestros de Santa Clara y allí recibió la benéfica influencia del maestro de maestros Gaspar Jorge García Galló.

Lápiz, cartilla, manual, alfabetizar… Cantando la conocida canción y, prácticamente, bajo las balas de la invasión mercenaria por Playa Girón, partió Candita el 17 de abril de 1961 hacia Varadero para recibir la preparación que la convertiría en miembro de la brigada voluntaria Conrado Benítez.

«Salimos temprano y en el tren nos enteramos del ataque a Playa Girón. No olvidaré jamás nuestro cruce con los milicianos que iban a combatir y los efusivos saludos recíprocos: nosotros les pedíamos que no dejaran avanzar al enemigo, y ellos nos pedían que no se paralizase la Campaña de Alfabetización, lo que asumimos como un compromiso con la Patria vestida de verde olivo y azul.»

Ubicada en el caserío Los Vergeles, distante a unos 10 ó 15 kilómetros del poblado de Mayajigua, actual provincia de Sancti Spíritus, fue recibida con los brazos abiertos por la familia de Herminio y Cándida, su tocaya, a quienes con amor y constancia les enseñó a leer y escribir, que es saber andar, como decía José Martí.

«Tenían ambos alumnos una gran disposición de cooperar con la Campaña de Alfabetización. Fue algo milagroso enseñar a gente endurecida por el trabajo y con la mente no adaptada al estudio. Allí supe que asesinaron al alfabetizador Manuel Ascunce, y al igual que otros muchos brigadistas, me negué a regresar a Santa Clara, como querían mis padres.

«El 20 de diciembre de 1961 partimos en tren hacia La Habana. Me alojé en casa de una familia del Cerro, y el 22 acompañamos a Fidel en la Plaza de la Revolución José Martí. Resultó un acto muy emotivo. Sabíamos que habíamos contribuido en algo a que ese momento llegase. Considero que es lo más importante que he hecho en mi vida.»

En la década del 60 dio clases de Biología en la otrora Secundaria Básica Fabio Fuentes Moreira, de Santa Clara, hoy una escuela primaria. En 1966 cursó la Escuela Nacional de Instrucción Revolucionaria para Maestros Rubén Bravo, ubicada en el reparto La Coronela, de la capital de Cuba, lugar donde conoció al guantanamero Leonides Fournier, con el cual se casó dos años después y creó una hermosa familia de dos hijos, ampliada ahora con la feliz llegada de los nietos.

Tras transitar por diferentes centros educacionales, arribó al ISP Félix Varela en 1980 como Jefa de Departamento de Pedagogía. Al año siguiente, alcanzaba allí su tercer título: el de Licenciada en Pedagogía y Psicología, pues el segundo, de Profesoral Básica, lo había obtenido en 1965 en la UCLV Marta Abreu.

En la universidad pedagógica acrecentó un prestigio, que la hizo llegar hasta Decana y convertirse en una de las profesoras de mayor autoridad profesional en ese centro formador de educadores.

Durante 1995, problemas familiares la obligaron a trasladarse al Instituto Superior de ciencias Médicas Serafín Ruiz de Zárate Ruiz, en busca de un indispensable acercamiento a su casa para atender a su madre enferma.

Arribó como profesora de Pedagogía, pero bastó muy poco tiempo para que pasase a desempeñarse como asesora del rector, responsabilidad que actualmente ocupa en bien de la institución.

En dicha universidad, cuando existe un problema complicado, y a diario son muchos, siempre se cuenta con la palabra juiciosa y experimentada de la excelente educadora, conocedora de los hombres y de un optimismo contagioso.

LO IMPORTANTE DE SENTIRSE ÚTIL

Para la profesora Candita el magisterio significa todo en su vida: «El
trabajo que más disfruto, y por el cual, además, me pagan. ¡Qué más orgullo, que cuando voy por la calle y me dicen: ¿profe, se acuerda de mí?, o ver los logros de un ex alumno, uno sabe que en ese resultado también puso un granito de arena!»

Por eso, la excelente educadora de 63 años, condecorada con la Distinción Nacional de la Asociación de Pedagogos de Cuba, piensa, al igual que Fidel, que la primera cualidad del maestro es ser ejemplo, con una total coincidencia entre el decir y el hacer, «para hacernos creíbles», y, sobre todo, dar amor, mucho amor.

«Nosotros los maestros debemos tener una paciencia impaciente, pues no disponemos de todo el tiempo del mundo, y hay que acelerar la calidad del alumnos en formación, aunque no siempre veamos los resultados al ritmo que quisiéramos. En fin, sentirnos útil, que es lo más importante de esta profesión.» 

 Autor. Narciso Fernández, Vanguardia

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